Sumergida y soterrada
Mientras la hidráulica peruana celebraba un triunfo, ella perdía una gran parte de su vida.
Por Nelson Peñaherrera Castillo. Fotografías por Franco Alburqueque.
LANCONES, Piura -- ¿Beneficio para el campesinado o megalomanía de una dictadura? Con más de 800 millones de metros cúbicos – las 4/5 partes de su capacidad-, el reservorio de Poechos inicia la transferencia de agua del río Chira al Piura.
No toda la gente
comparte la algarabía. Con 74 años a cuestas,
Mariana Távara se acomoda lejos de su hogar, ahora sumergido bajo toda
esa cantidad de líquido. En nombre de la expansión agrícola del departamento,
debe iniciar una nueva vida junto a su familia en un pueblo que tiene casi
todas las comodidades, pero no su corazón.
“La historia de Lancones terminó con la Represa de Poechos”, sentencia
35 años después.
Caminando entre orillales
Cuando la provincia
de Sullana apenas gateaba con ocho meses de vida,
Mariana nació en Lancones, una villa situada a orillas del río Chira, cerca del
Ecuador. Era mediados de julio. “Era un pueblito con casas de madera… rara era
la que tenía adobe”.
La gente se
abastecía de agua y alimento directamente del Chira: “Mi papá tenía un pedazo
de tierra, un orillal, donde cultivábamos maíz, zapallo, camote. Cada persona
iba y agarraba treinta o cincuenta
metros de orilla y allí cosechaba”.
En las casas, la
gente criaba aves de corral, y algunos se dedicaban a oficios ligados al
entorno rural, como la carpintería, que
fue ejercida por quien sería su esposo, Ambrosio Palacios. Aún así,
había cierta organización en medio de la informalidad. El bien más preciado de
esa época eran los animales de carga, y en el Ecuador pagaban bien por ellos.
“Todos los años
íbamos a las ferias que hacían en Celica y Pindal, a vender las bestias:
caballos, mulas, burros. No celebraban a ningún santo, pero hacían grandes
fiestas”.
Por su parte,
Lancones se había ofrecido a santo Toribio de Mogrovejo, un monje católico del
siglo XVII reconocido en todo el Perú por milagroso. Su estatua se hallaba en
un lugar privilegiado del templo local. “La iglesia del antiguo Lancones era
grande. Tenía una torre, y, adentro, tres fondos (naves): dos a los costados,
una principal, bien decoraditas”.
Mariana calcula que
en el pueblo vivían unas 80 familias. Mientras los pueblos circundantes no
construían sus capillas, las actividades religiosas se concentraban en
Lancones, y casi toda la vida de la comarca también.
En 1917, el Gobierno
del Perú elevó a Lancones a distrito, ocupando la porción nor-oriental de la
provincia de Sullana. Sus vecinos son:
Marcavelica al oeste, Querecotillo y Sullana al sur, Suyo (Ayabaca) al este y el Ecuador en el norte, formando una especie
de U, cuyo centro está marcado por la entrada del Chira por completo a
territorio peruano, tras haber servido como límite entre la provincia de
Ayabaca y la ecuatoriana de Loja.
Piedras bajo el agua
La infancia de
Mariana estaba marcada entre la vida del pueblo, los viajes al Ecuador y los
paseos a lugares donde el bosque
seco circundante aún guarda historia. “Conocí
un sitio donde habían unas piedras que parecían las habitaciones de los
antiguos; también estaba el Canal del Inca, que venía de bien lejos, parece que
de Las Lomas”.
Se supone que el Camino
Inca de la Costa salía desde Pelingará, cerca
de Las Lomas –que entonces se llamaba suipirá-, bordeaba el cerro El Ereo, y
avanzaba hasta La
Solana, donde Pedro
Cieza de León asegura que había un tambo o
posta. También menciona a Puechio, como un lugar donde se elevaban templos,
aparentemente dedicados a la luna, a juzgar por el asco con que se refiere a la
sodomía, práctica extendida entre los nobles chimúes, posiblemente tolerada por los conquistadores incas, pero
no por los españoles.
La solana y Puechio,
que, con el tiempo se llamó Poechos, aún existen, pero el trazo del camino y el
canal que vio Mariana están bajo el agua y toneladas de sedimento del llamado
‘espejo artificial de agua más grande de la costa peruana’.
Un vecino
Lancones siempre
tuvo buenas relaciones con el Ecuador, al punto que cuando peleó con el Perú en
1941 por una controversia de límites, los teatros de operaciones se
concentraron en Zapotillo, que fue invadido por fuerzas peruanas, y Macará,
distante a unos 35 y 50 km al noreste, respectivamente.
(ambas ciudades
pertenecen a la provincia
ecuatoriana de Loja.)
En el entorno
inmediato de Mariana (que entonces tenía 29 años, y su vecindario, la cosa
estaba congelada, ya que si bien no había movilización de tropas, tampoco había
acceso al otro lado de la frontera. Sin embargo, varios varones fueron
conscriptos para participar de las confrontaciones.
Con los años,
Ecuador desarrolló su frontera con poblaciones y fincas dotadas de todos los
servicios (aunque el teléfono dejaba mucho que desear), y del lado peruano, el
tiempo congeló todo, cual fósil no aprisionado.
Las dos naciones
firmaron un acuerdo definitivo de paz en 1998, luego que un primer instrumento
suscrito 56 años antes fuera objetado por límites indefinidos en la naciente
del río Cenepa, amazonas, donde se concentraron choques en 1995. Como producto
de la paz, Perú y Ecuador establecieron cinco ejes viales para fomentar el
intercambio y desarrollo binacional.
El segundo de ellos
pasa por Lancones. Comienza en Arenillas, El Oro, termina en Lalamor, Loja,
cruza el río Alamor, y comienza del lado peruano en el pueblo del mismo nombre,
hasta llegar a la capital distrital, seguir por querecotillo y ganar la ciudad
de Sullana, la capital provincial. En julio de
2011, el Presidente Alan García inauguró
un trazo que no estaba asfaltado entre querecotillo y Lancones; pero, los
conductores que a diario conectan Sullana con ese sitio observaron que el
trabajo era endeble, y si llovía fuerte, el remedio sería peor que la
enfermedad.
Además desde allí
hasta la frontera, la carretera está prácticamente afirmada; cruzando el
límite, la historia es completamente diferente. “La carretera se va a levantar
o se van a hacer huecos”, dice el conductor del auto en que viajamos para
Lancones, una vez que llegamos a santa Victoria, a 27 km al noroeste de la
ciudad de Sullana. Ocho kilómetros más y estaremos en casa de Mariana, quien
tampoco fue parte del jolgorio oficial en esta ocasión.
¿Quién presionó “pausa”?
Mariana Távara se
niega a nombrar a su hogar desde hace tres décadas y media como Lancones;
siempre lo menciona como “Nuevo Lancones”. Su hija, Zoila Palacios, relata que cuando se comenzó
a inundar el viejo pueblo no hubo opción a reclamo: “Teníamos que salir sí o
sí”.
El Gobierno Militar
de Francisco Morales Bermúdez dispuso camiones para mudar a la población a una
planicie muy cercana al caserío de Huaypirá y del dique hecho para contener el
agua del Reservorio de Poechos. Lo anecdótico del asunto es que el terreno está
en el vecino distrito
de Querecotillo.
Las melancólicas
travesías duraban cinco horas, según recuerda Mariana: “Nos pusieron todas las
comodidades, pero nuestra iglesia se volvió más chiquita, con sólo un fondo
(nave). Nada que ver con la que teníamos antes”. Desde entonces, Lancones casi
no ha crecido y su población debió dedicarse a la ganadería, ya que las tierras
no fueron consideradas como parte de la irrigación del Proyecto
Chira-Piura.
Todo el distrito
está en condiciones similares, y ha sido calificado como de extrema pobreza, a
pesar de la biodiversidad en el bosque seco
circundante.
Viejas historias
Sólo los antiguos
pobladores de Lancones permanecen en el lugar. Las generaciones que conocieron los primeros televisores en
color y los teléfonos celulares debieron salir para labrarse futuro en las
ciudades más desarrolladas de la región, o más allá.
Consciente de ello,
Manuel Vásquez se dedicó a entrevistar a los ancianos y las ancianas para
reconstruir la historia de la comunidad, y resultó un manuscrito mecanografiado
que es una suerte de best-seller local titulado "Estudio socio-cultural de
distrito de lancones".
Aunque las gestiones
de Isaías Vásquez y Carlos Gálvez intentaron dinamizar el distrito, se ha
conseguido muy poco, excepto la pujante localidad de Cabrería, que, con la
ayuda de Care, logró establecer
un negocio comunitario de manjares y quesos de leche de cabra. El vecindario
esperaba que la administración de Power saldaña se manifestara. “Lo único que
hemos visto es más gente trabajando en la municipalidad”, dice el conductor que
nos acerca a Lancones.
Pero, siendo justos,
mucho del acervo local ha sido rescatado por esta comuna. El caso es que está esperando por alguien que
lo vaya a desempolvar, como el corazón de Mariana Távara, que se ha quedado
sumergido y soterrado allá donde emergía la esperanza de miles de piuranos y
piuranas.
Producido por Franco
Alburqueque. Producción adicional y edición por Nelson Peñaherrera, con
informaciones de Aral Editores y Perú21. ©2011 por la asociación Civil Factor
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