Qué verde es mi escuela
Dos universitarios creen que la tara puede mejorar la calidad de vida de un colegio y toda una localidad… ¿O UNA MACRORREGIÓN?
Por Nelson Peñaherrera Castillo. Fotos por Mako Fernández y Ronald
Zevallos.
TUMÁN, Lambayeque -- ¿Qué haces si tienes una escuela a unos 200 metros de una fábrica que expulsa humo casi todo el día, y el suelo es mayormente arenoso, además de estar en una hondonada proclive a inundaciones? La respuesta podría ser esperar cualquier cosa, o lo peor, hasta que un día una institución decide mover a toda una comunidad para romper un record mundial, y lo consigue.
Tumán es la capital del distrito
del mismo nombre, creado en 1998 por el ahora convicto expresidente Alberto
Fujimori dentro de la provincia de Chiclayo, Lambayeque. La extensión de la comarca es de 13 mil
hectáreas –la tercera parte del Valle de san Lorenzo-, donde viven unas 27 mil
personas. El pueblo de Tumán concentra más de 23 mil habitantes.
La mayor parte del territorio distrital
está poblado por caña de azúcar, unas 11 mil hectáreas, todas administradas por
la empresa Agroindustrial Tumán (EAT) y de la que depende la economía local y
algunos problemas relacionados con lo que solemos denominar… progreso.
¿Qué? ¿Crecieron?
El 4 de junio de 2010, Agro Rural (AR) desafió a la población de Tumán a sembrar la mayor cantidad de plantas de tara (Caesalpinea Spinosa) en sólo cinco minutos, con la finalidad de romper un Record Guinness. Tras indecisiones de las autoridades políticas locales, los organizadores hallaron –literalmente- campo fértil en el Colegio Túpac Amaru, donde unas cinco mil personas lograron sembrar más de 27 mil individuos, con el apoyo de la Universidad Nacional Pedro Ruíz Gallo (UNPRG), con sede en la ciudad de Lambayeque,, y trabajadores de EAT.
Todo hubiera quedado en las fotos y la
cobertura de prensa, de no ser por que la propia población tuvo la iniciativa
de regar y cuidar a las plantitas. Para sorpresa del propio AR, la mayor parte
de ellas sobrevivió, por lo que les compensaron donando un sistema de
riego por goteo.
Vivas, de milagro
Mako Manuel Fernández Guerrero y Ronald Zevallos Muro eran unos inquietos
estudiantes del Túpac Amaru, de donde egresaron en 2004 para ingresar a la
Facultad de agronomía de la UNPRG. En agosto de 2012 , los dos fueron a visitar
el plantel y sintieron curiosidad por el destino de las cinco hectáreas de tara
sembradas un par de años antes. Las plantas sobrevivían.
El diagnóstico preliminar de los
muchachos estableció que no les quedaba más tiempo de vida, a menos que
se le realizaran labores culturales urgentes. “Les faltaba riego y poda“,
recuerda Mako. “A mi me da pena ver una plantación en eseestado”, añade
Ronald. Pero eso requiere inversión y aquí comienza su odisea. Y para los dos,
es una carrera contra el tiempo, pues las taras pueden morir. Más de 64 mil
soles (unos 24 mil 600 dólares) pueden marcar la diferencia.
A sus sombras…
Según Mako y Ronald, la tara puede tener una vida útil de 60 años, y tras darle cuidados intensivos por dos años, la planta puede dar hasta dos cosechas anuales por más de medio siglo. La tara es una leguminosa que da una vaina de unos 10 a 20 centímetros de largo, cuyo fruto tiene diversos ussos, desde la industria de la curtiembre hasta la medicina, pasando por la industria alimentaria.
La hipótesis de los chicos establece
que si se recupera al menos el 80 por ciento de las plantas, el colegio podría
financiar sus operaciones mediante el manejo del cultivo, pues actualmente
recibe una subvención de EAT que permite pagar planillas y servicios. “La tara
da una cosecha al año desde el quinto año, luego puedes obtener dos cosechas al
año cuando le demos un manejo adecuado”, explica Mako.
¡Corre la cortina!
Para obtener azúcar, hay que quemar la caña y ese humo va en curso de colisión
al Túpac Amaru, ubicado a unos 200 metros al SO. El principal afectado
sería el estudiantado. “La clave del proyecto es que como la fábrica esta a
menos de 200 metros de tumán, esto puede convertirse en una cortina que impida
el ingreso de estos humos”, explica Ronald.
La Dirección Regional de salud
Ambiental de Lambayeque y la Municipalidad de Tumán encontraron que 1041
miligramos por metro cúbico (mg/m3) de aire contaminado eran
expulsados a a la atmósfera. El mínimo permisible es de 150 mg/m3. El profesor
del área de Ciencia, Tecnología y Ambiente del Túpac Amaru, Lorenzo Lalulpú
silva, cree que el proyecto de la tara ayudará a reducir los impactos negativos
de este problema.
“Nuestro objetivo es reducir 125
toneladas de anhídrido carbónico (CO2)”, nos comenta. Junto con Mako y Ronald,
está tratando de llamar la atención de autoridades y financieras para impulsar
la recuperación de las taras.
Todavía hay dudas acerca de a quién y
cómo pedir el financiamiento para recuperar las dos mil 400 plantas, pero el
proyecto de Mako y Ronald no se queda en el manejo agronómico. “Estamos
apuntando a un manejo ecológico sin usar insecticidas ni fertilizantes químicos,
especialmente si la plantación esta en una escuela”, observa Mako. “La venta de
la producción orgánica puede beneficiar al colegio”.
“El otro 50 por ciento (del proyecto)es
la producción que es 100 por ciento rentable. Los beneficios se verán a los dos
años”, pronostica Ronald, quien nos recuerda que la tara “es un cultivo
perenne”.
Ganancias sostenibles
“Las mismas ganancias lo hacen sostenible”, dice Ronald. ““Nosotros estamos un año o dos, y luego el proyecto camina solo”, asegura. Su sueño es despertar la curiosidad científica de alumnos y alumnas, e involucrarles en el proyecto para que continúen manejando la plantación.
“El tipo de manejo es orgánico, y
estamos trabajando con la comunidad estudiantil”, reitera. Parte del plan
incluye dar charlas de sensibilización y capacitación a estudiantes, con la
finalidad de inspirarles. “Tenemos pensado en hacer charlas semanales por
secciones, tenemos fe en que sientan curiosidad por lo que hacemos. eso dará
pie para introducirles los conceptos de ecosistema o biodiversidad”, sueña.
A continuación, se buscará desarrollar
un voluntariado estudiantil. “La idea es que poco a poco se vayan involucrando
en las labores de mantenimiento, y eso los lleve a querer lo que tienen
por que los beneficiados van a ser ellos”, sostiene Ronald. Hasta donde él y
Mako saben, no hay iniciativas similares en todo Lambayeque, y aún en toda la
macrorregión norte del Perú.
“Tenemos fe de que de ese colegio
salgan ingenieros agrónomos, forestales o ambientales”, agrega Ronald.
Exportando vida
Además, lo que esperan es ir saliendo de las paredes del plantel, y colaborar con el austero paisaje de Tumán. De hecho, ahora están buscando terrenos eriazos donde puedan sembrar más tara. “Lo que queremos es impulsar la biodiversidad, y aumentar el nivel de áreas verdes”, explica Mako. En la experiencia del Túpac Amaru, ya es posible divisar nidos de palomas y lechuzas colgando de algunas ramas de las taras.
Aunque es un árbol mayormente andino
que se desarrolla mejor entre los 1000 y los 3500 metros de altitud, de alguna
manera se ha adaptado al clima de costa y prospera en terrenos arenosos y
pedregosos… y a baja altitud: Tumán está a sólo 35 metros sobre el nivel
del mar.
“La tara puede crecer en cualquier tipo
de suelo aunque la producción puede mermar si el terreno no es adecuado, como
los arcillosos, porque no requiere mucha humedad en el suelo”, subraya Mako. Si
bien su copa no es tan tupida, y no crece más allá de los cinco metros, las
raíces pueden penetrar muy profundo en la tierra, por lo que son eficientes
fijadoras de suelo y humedad.
“Al aparecer áreas verdes, mejoras el
microclima, retienes más agua, y combates la erosión”, añade. Y como la tara
contribuye a regular el microclima local, es posible asociarla a otras especies
en planes de reforestación, máxime si hablamos de una especie nativa.
Por ahora, el mundo requiere unas 500
mil toneladas anuales de tara, de las que sólo se cubre la décima parte. De esa
proporción, Perú aporta el 80 por ciento, que lo convierte en líder en el
mercado. ¿Se podría aspirar a más? Por ahora, las apuestas se concentran en
esta suerte de piloto, que bien podría funcionar, a decir de los dos muchachos,
en cualquier lugar con condiciones similares.
“No tenemos ningún inconveniente en
sacar la experiencia a otros lugares”, advierte Mako. “Me gustaría salir de
aquí, pero quiero dejar algo para mi distrito”, finaliza Ronald.
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