Las Segundas Partes nunca son buenas

Factortierra buscó a Josefa Adrianzén para conocer la evolución de su caso de abuso y maltrato por defender el medio ambiente.

 

Por Lenin Nima Alzamora

 


HUANCABAMBA, Piura—
A las 6 y 30 de la tarde del día jueves 4 de septiembre de 2008, abordamos el bus que nos llevaría a nuestro destino; a través de una empinada carretera (de trocha en algunos segmentos) hacia la serrana ciudad de Huancabamba. El objetivo de nuestro viaje era ir  en busca de dos mujeres lideresas que, habiéndose organizado para hacer frente a intereses extranjeros, han sido víctimas de indignantes incidentes y atentados contra su libertad y la propia vida (hechos que van desde la cárcel y violencia hasta el secuestro y la tortura).

 

Nos esperaban ocho horas de intenso viaje a través de un paisaje accidentado; la empresa nos aseguró que aproximadamente a las 3 de la mañana estaríamos arribando a la ciudad.  Las ocho horas de viaje se hicieron llevaderas con una buena conversación.

 

Alrededor de las 8 de la noche ya se podía observar, a través de la ventana, cómo el paisaje iba cambiando, y se veía asomar, tímida aún, la geografía característica de nuestra sierra; hacia las nueve de la noche el paisaje de la costa nos ha abandonado para dar paso al rotundo zigzaguear de la carretera serrana, que se alza entre la montaña.  

 

Y aún en la oscuridad de la sierra se podía observar, hacia un lado de la carretera, un profundo abismo que dejaba ver en sus entrañas, pequeñas luces de los caseríos dejados atrás.  A pesar que la carretera tiene mucho de peligrosa, el paisaje se puede disfrutar con una mezcla de asombro y riesgo; el clima también se va sintiendo más frío debido a la altura. 

 

Hacia las 11 de la noche el bus hizo una parada en el pueblo de Canchaque, que se caracteriza por sus paisajes multicolores, y que esa noche se encontraba de aniversario. El objetivo de la parada era un restaurante para cenar; aprovechamos también para dar una vuelta por la plazoleta que esta al lado del restaurante y respirar un poco de aire fresco. Desde aquí el viaje sería más arriesgado pues nos esperaba el tramo más empinado de la carretera.

 

Algún tiempo después unas cegadoras y potentes luces aparecieron como un destello en medio de la oscuridad y el resplandor que emitieron despierta a muchos dentro del bus; hemos llegado a una estrecha curva de alto riesgo, que se debe atravesar con sumo cuidado, debido a lo angosta que se torna la vía y a las enormes rocas (piedras de unos 10 a 15 metros) que oscilan peligrosamente por encima de nuestras cabezas.

 

Claro está, eso de un lado y hacia el otro lado del camino el temido abismo que se confunde en la oscuridad de la noche; es precisamente por esto que se explica en este sector de la carretera la presencia de potentes reflectores: para iluminar el camino a los conductores, que a su vez son guiados por policías de tránsito.

 

Todas estas precauciones se toman frente a cualquier accidente, que en estas condiciones es muy factible. Lo riesgoso de este tramo de la vía se manifiesta en el angustioso intervalo de tiempo que toma a los buses cruzarlo (alrededor de 20 minutos) más aún si se produce (como fue nuestro caso) un encuentro en la vía de un bus que “baja” de Huancabamba frente al nuestro que “subía”. Una vez pasado el susto podemos tener la seguridad de que lo peor ha terminado.

 

Llegamos a Huancabamba alrededor de las 3 y 30 de la madrugada, y a esa hora teníamos que salir en busca de hospedaje; y como no había movilidad, tuvimos que hacerlo a pie. Caminamos por las calles hasta la plaza de armas y después de unos 40 minutos por fin logramos encontrar uno con habitaciones disponibles (debemos decir que la capacidad hotelera no es de las mejores en la ciudad)

 


Reencuentro con Josefa

Después de descansar (alrededor de una hora y media), Liliana es la primera en levantarse y, luego de tomar una fría ducha (el hospedaje no tenía terma), nos dispusimos, a las 6 y 30 de la mañana, para partir hacia la casa de la señora Josefa Adrianzén. Al salir del hospedaje pudimos contemplar el grandioso paisaje que nos ofrece la ciudad rodeada de montañas.

 

Liliana me adelantó que sólo veríamos a la señora Josefa Adrianzén porque (para mala suerte nuestra) la otra lideresa (Cleofé Neira) se encontraba precisamente este día (viernes, 5 de septiembre de 2008) en la ciudad de Piura realizando algunos trámites. Al llegar a casa de Josefa, ella estaba esperándonos sentada fuera, acompañada de una pareja de jóvenes (compañeros de lucha) y una de sus hijas.

 

Nos presentamos. Luego de algunos minutos de conversación acerca del trabajo de la defensora y acerca de los últimos acontecimientos sucedidos en Huancabamba, procedimos con la entrevista. La condición humilde de la lideresa se puede percibir a simple vista, su casa está, como la mayoría de las viviendas de la comunidad, construida con quincha y adobe.

 

Josefa se mostraba como una mujer seria pero amigable, su semblante reflejaba seguridad y también algo de cansancio, pero también buena disposición para recibirnos. Comenzamos, como dije, con la entrevista. mi objetivo aquí es describir mi experiencia durante ésta ya que pude percibir algunas cosas que me parecen relevantes.

 

Durante el desarrollo de la entrevista Josefa respondió con naturalidad y soltura a las preguntas que se le plantearon; ella dejaba ver en sus respuestas dos cosas: Primero, mostraba una entereza y fortaleza de carácter muy grandes, nos narraba con asombrosa dignidad los horribles acontecimientos que tuvo que afrontar cuando fue secuestrada por una turba que la condujo en forma violenta y humillante a la comisaría para luego ser detenida, sin prueba alguna, por más de tres meses (teniendo además que soportar el penoso hecho de pasar las festividades de año nuevo en una fría y estrecha celda carcelaria lejos de su familia).

 

Todo ello por ser una mujer que participaba del liderazgo en la lucha contra intereses de una compañía minera que no ha mostrado aún las garantías que sustenten un proyecto de explotación confiable.

 

Se busca soporte legal.

Pero además de este especial carácter de Josefa, también pude notar que ella ha actuado de manera quizá poco prudente respecto a su propia seguridad y la de su familia, ya que se exponía mucho a este tipo de incidentes en el desarrollo de  sus labores como defensora. Ella revelaba en la entrevista que no tenía miedo alguno y que no hacía caso de las amenazas contra su persona porque se sentía segura y con la conciencia limpia.

 

Esta manera de pensar (muy legítima y honesta) es, no obstante, algo ingenua y poco prudente, pero es entendible puesto que la posición de Josefa era producto, me parece, de un desconocimiento de la real magnitud de los problemas y amenazas que podía padecer.

 

Esto sumado a un desconocimiento, también, de mecanismos de defensa y autoprotección (así como de mecanismos legales de protección) nos revelaba a Liliana y a mí un gran problema en  relación al trabajo que realizan estas mujeres: La ignorancia en cuanto al tema legal.

 

Josefa no sólo no denunció a tiempo el incidente del que fue víctima (ya que no sabía cómo ni dónde exactamente hacerlo) sino que además no ha denunciado otros incidentes que también ha tenido que soportar. Incluso ella no guardó casi ningún documento que se le entregó producto de las denuncias (la que ella interpuso y otra que le fue interpuesta a ella por parte de un sujeto implicado en el lamentable incidente); asimismo no sabía o desconocía el número de su expediente legal (algo fundamental para poder conocer el estado de un juicio en nuestro país y sin el cual se hace muy largo y casi imposible hacerle el seguimiento)

 

Josefa tampoco tenía una clara memoria acerca de la cronología de los hechos ni ha llevado registro de ellos en fechas exactas. Además de ello Josefa nos manifestaba que, como ella, la mayoría de mujeres de la zona desconoce mecanismos legales de defensa, y se veía desconcertada cuando le pedimos que nos brindara copia de los documentos de las denuncias y exámenes legales que le practicaron luego del incidente; manifestaba no tenerlos “a la mano” pero prometió buscarlos y enviárnoslos (Cosa que si hizo unas dos semanas después, pero que lamentablemente no aportan casi nada nuevo o útil al caso, parece que Josefa simplemente no tenía los documentos más importantes o los ha perdido).

 


 La amenaza contra las mujeres

Sin embargo, toda esta falta de previsión por parte de Josefa (que puede parecer irresponsable) no sólo es justificable sino que además es razonable y entendible porque (como muchas mujeres de las comunidades andinas, la mayoría de ellas también analfabetas), adolece de una ignorancia común en nuestro país y es víctima de ese sentimiento de desamparo y exclusión que margina a nuestros hermanos de la sierra quienes simplemente no se consideran parte del sistema porque para ellos no es eficaz; aquí el Estado, las leyes y los derechos humanos son casi unos desconocidos.

 

 Por esto se hace casi urgente la necesidad de informar a estas mujeres sobre sus derechos legítimos y los mecanismos legales que las amparan, el rol que las autoridades deben cumplir con ellas y las garantías que les puede ofrecer la ley, así como las instituciones e instancias a las que pueden acudir cuando uno de sus derechos (cualesquiera que sean) es violentado o pisoteado.

 

Brindar este tipo de información y ayuda a estas mujeres es urgente no sólo porque les ayudará a llevar a cabo sus labores de defensa con mayor seguridad sino porque además contribuiría a resarcir un daño profundo en la conciencia de esta gente: la sensación de impunidad cuando se violan sus derechos, porque lamentablemente se han acostumbrado a observar que la ley simplemente no funciona al punto de que prefieren dejar pasar las cosas.

 

Desconcierto

Terminada la entrevista y el encuentro con la defensora, alrededor de las 10 y 30 de la mañana, nos dirigimos al centro del pueblo con la intención de tomar el desayuno. Luego de ello nos dirigimos al hospedaje para organizar la información recolectada y reponer fuerzas porque en la tarde iríamos en busca de uno de los colaboradores de la organización para la que Josefa trabajaba.

 

En la tarde hicimos un recorrido por la ciudad y sus alrededores para monitorear la percepción de la gente respecto del proyecto minero y comprobamos que la mayoría estaba en franco desacuerdo. Intentamos una vez más hacer contacto con la otra lideresa (la señora Cleofé Neira) pero no pudimos ubicarla pues seguía en Piura.

 

Decidimos entonces comprar los pasajes de vuelta a Piura y encontramos que sólo había para el día siguiente, así que nos dirigimos al hotel para organizar el equipaje y almorzar luego. Nos esperaba al día siguiente otro largo viaje. Esta vez el camino era más llevadero a nivel geográfico pero no así a nivel emocional.

 

La fascinación que provoca la quietud del paisaje y el silencio imponente de la montaña, que sentí en el primer viaje, ahora era acompañada por una sensación de preocupación y por el pensamiento de que hay mucho que hacer aún en esta lucha, pero también estaba la esperanza de que haya gente que aún quiera y pueda ayudar a esta causa que se me hacía solitaria en medio de las montañas de nuestra sierra impregnadas de nostalgia y melancolía.

 

 Esta Historia se produjo en asociación con la Unión Latinoamericana de Mujeres. © 2008 Asociación Civil Factor Tierra. Todos los derechos reservados. Producida por Juan Félix Céspedes Cortés.

 

 

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