El camino de las nubes
Una nueva interpretación del culto más famoso de Piura abre dos teorías.
Por Nelson Peñaherrera Casttillo
AYABACA, Piura – ¿La fiesta del Señor Cautivo es un masivo acto de fe católica, o es la reminiscencia de antiguos cultos, los que, erradicados por la conquista española durante la extirpación de idolatrías, se transformaron en una manifestación completamente nueva? El antropólogo Raúl ZevallosOrtiz publicó un ensayo sugiriendo que la peregrinación moderna al Señor Cautivo podría tener un origen remoto en el tiempo.
Según Zevallos, durante la época preinca, los
pueblos de las tierras bajas del departamento de Piura,
mayormente un desierto, comenzaron a indagar de dónde venía la fuente de su
existencia: el agua. La costa de Piura está
regada por dos ríos: el Piura y el Chira.
El primero nace en lasierra sur de la actual
provincia de Huancabamba, y es de curso irregular, esto es, repleto en los
meses de lluvia, y casi seco durante los estíos. El segundo tiene dos fuentes:
la más norteña está en Loja, Ecuador, y las sureñas se reparten a lo largo de
la porción oriental de la provincia de Ayabaca,
colindante con el ecuador.
A diferencia del Piura, el Chira es de curso
regular, es decir, de caudal constante durante todo el año. Entonces, Zevallos
sugiere que, cuando los pueblos de la costa siguieron el curso del río, cuesta
arriba, llegaron hasta los Andes de Ayabaca, donde dejaron diversas ofrenndas
en agradecimiento. La evidencia arqueológica de tales exploraciones son varias
piezas de cerámica de pueblos costeños, las que pueden verse en el Museo de Ayavaca.
Sueños húmedos… ¿o pesadillas secas?
El promotor y curador del recinto, Mario Tabra Guerrero, cree
que tales peregrinaciones pudieron remontarse hasta el momento mismo del
poblamiento de la zona, que estima en 11 mil años de antigüedad. Los mejores
vestigios arqueológicos son los dólmenes megalíticos del cerro El Toldo, al
noreste de la ciudad de Ayabaca, que parecen venerar a falos erectos. Según
Tabra, esto podría considerarse como una preocupación de los antiguos
pobladores por conservar la fertilidad del terreno.
Por su configuración edafológica, el suelo
alrededor de la ciudad de Ayabaca parece
ser franco-arcilloso, lo que
garantizaría esa fertilidad para la producción de alimentos; pero, ésta sería
imposible si no existiera agua. Hasta la actualidad, sigue siendo una
preocupación para los pobladores rurales locales.
A lo largo del camino a Ayabaca, pueden verse
plantíos de maíz, un cultivo que demora cuatro meses en crecer y ser cosechado,
pero que sólo se cultiva si hay suficiente agua. Y lo que falta en la zona son
grandes obras de irrigación, como las que sí hay en la costa. La inexistencia de lluvias es una maldición para
agricultores locales, puesto que se quedan sin alimentos y sin sustento. Y la
zona alrededor de Ayabaca es una de las más pobres de Piura.
¿Panteísmo católico?
Llueva o no, el agua es una de las principales
preocupaciones de los pobladores actuales, tanto así que se ha convertido en
una cuestión de fe. Todas las Semanas Santas, es posible ver cómo llevan
ofrendas –semillas, y hasta agua- al Señor Cautivo, con la finalidad de pedir
su abastecimiento constante, como anota Efraín Ríos Castillo, director del
Instituto Pedagógico “Manuel Vegas Castillo” de esta localidad.
El docente sostiene que esta costumbre pudiera
ser una reminiscencia del antiguo rito del pago
(ofrenda) a la pachamama, la Madre Tierra, sólo que ahora representada en la
imagen del Señor Cautivo. Y no sería el único ejemplo. A lo largo de las tierras
conquistadas, los españoles hicieron un gran esfuerzo en desterrar los cultos
aborígenes mayormente panteístas, sin éxito; entonces, probaron a tomar
elementos de aquellos cultos y los combinaron con valores católicos. Tal
proceso es conocido como sincretismo.
Uno de los más populares y exitosos, desde la
visión hispana, es la Virgen de Guadalupe en
Ciudad de México, cuyo santuario, según autoridades locales, supera los 20
millones de visitantes cada año. La teoría de Ríos cobraría fuerza si se
determina el calendario agrícola local de los últimos cinco siglos, el hecho de
las ofrendas de Semana santa, que coincide con el fin del periodo de lluvias en
la zona, y probablemente, el éxito de las campañas de un cultivo, por ejemplo,
el maíz, que fue uno de los más
extendidos en la sierra peruana desde tiempos preincas y que requiere una dosis
regular de agua a lo largo de su periodo vegetativo.
La imagen de un antiguo pueblo
No hay cálculos oficiales de cuánta gente acude
a las peregrinaciones al Señor Cautivo… pero, ¿qué se sincretizó en esta talla?
Raúl Zevallos sugiere que la imagen pudiera estar inspirada en diversos íconos
ayawakas, un pueblo que vivió, en principio, en lo que hoy es el territorio del
distrito de Ayabaca, antes
del siglo XVI d.C.
La nueva acepción del nombre quechua es lugar sagrado de nuestros antepasados,
lo que para Zevallos parece ser consistente con el destino de las
peregrinaciones. Uno de los centros de convergencia religiosa más importantes
es el cerro Aypate, que lleva el nombre de un
ser mitológico, Aypatiq, que parece
significar “el buen poderoso”.
La leyenda dice que era impetuoso, que se ganó
el respeto del curaca local cuando logró traer a un venado por medios pacíficos
acambio de la mano de su hija. Mario Tabra recalca que el venado era un animal
de adoración para los antiguos pobladores debido a su agilidad, aparente
inocencia y majestuosidad, por lo que se le consideraba el símbolo perfecto de
armonía con la naturaleza.
Sin embargo, Aypatiq era indómito, por lo que
solía ser amarrado de manos para controlarse. Incluso, tumbas halladas en la
base del cerro Aypate muestran cuerpos con las manos atadas al mismo estilo del
Señor Cautivo. Zevallos dice que todas estas imágenes fueron transferidas a las
potencias de la corona y las manos atadas que tiene la estatua de madera.
Además, el rostro del Cristo tiene brillantes
gotas de sangre. El detalle, para Zevallos, parece no ser casual. Cerca del
cerro El Toldo están los petroglifos de Samanga,
dibujos esculpidos en piedra, estudiados por el antropólogo
italiano Mario Polía Meconi,y que parecen sintetizar la
cosmovisión de los pobladores preincas. En el centro de ellos, hay un ser con
grandes gotas, que media entre el cielo y la tierra, como pidiendo que el
líquido elemento no falte.
Aunque para Polía, el petroglifo parece haber
marcado el tránsito del sol por el cielo, y este astro es clave para el
crecimiento de las plantas, y aún de la generación de agua. El resto del
rompecabezas lo completaría la peregrinación, que, en el razonamiento de
Zevallos, pudiera rememorar las antiguas expediciones buscando y pidiendo el
fluído.
Herencia hispana
Aunque no quiere descartarlo por completo,
Efraín Ríos no comulga con esta teoría, puesto que las peregrinaciones por el
agua pudieron haberse eliminado, como culto pagano, con la llegada de los
españoles en 1532 D.C. las peregrinaciones actuales se remontan a 1948.
Si tales desplazamientos son un sincretismo
cultista, ¿por qué no se desarrollaron o promovieron durante 400 años? Ríos
piensa que la peregrinación es, mas bien, una herencia española, ya que en la península
era una de sus costumbres de fe más importantes, como la famosa peregrinación a Santiago de Compostela, Galicia.
¿Hidroteísmo?
Donde Zevallos, Tabra y Ríos parecen coincidir
es que sí habría existido un culto preinca al agua, en tanto dadora de vida. De
hecho, la actual ciudad de Ayabaca está casi en la cumbre del cerro Calvario o
Campanario, que pertenece al ecosistema de bosque de neblina, uno de
los dos hidrogeneradores de agua de Piura, junto con la jalca (también llamado
“páramo”).
El bosque de neblina toma la humedad de las
nubes, la lleva hacia el suelo, y la hace brotar en forma de puqios o
manantiales, como los que pueden verse a lo largo de la ciudad de Ayabaca. Pero
si se quiere ver a la Naturaleza en acción, puede irse a unos cinco minutos del
área urbana, en el pueblo de Yacupampa (en español “llanura de agua”), dominado
por el cerro Yantuma (en español, “diadema”), último bastión ayawaka, que se
resistió a ser conquistado por los incas.
Entre este cerro y el vecino de Chacas (en
español “puente”), es posible ver todas las tardes “la danza de las nubes”, el choque de masas de humedad del Pacífico y
la Amazonia, que son capturados por la vegetación de ambas moles, y que, ladera
abajo, dan origen a los ríos Macará y Quiroz.
Yantuma es considerado un apu o dios protector de la montaña hasta la actualidad, junto con
el Chacas y el Calvario. Frente a ellos, del otro lado del valle, se puede
divisar al Balcón, el Aypate y el Granadillo. En la base del primero, estaba la
antigua ciudad de Ayabaca o Ayavaca Viejo, muy cerca del apu que parecía dar el agua.
Con la aparente finalidad de extirpar una
idolatría, los españoles habrían tallado la imagen de la Virgen del Pilar, y
forzado la migración del pueblo hasta el emplazamiento actual. La misma técnica
fue usada cerca de Ayabaca, en Chocán, donde las imágenes usadas
fueron las de san Francisco y la Purísima.
El común denominador de todas es una fuente de
generación de agua, un pueblo que le rendía culto y católicos celosos de
erradicar el paganismo en las Américas. En todos los casos se tejió una leyenda
de la imagen de carne y hueso que se transforma en piedra, que exige construir
un templo y, en consecuencia, asentar una población.
En el caso de Ayabaca, la Virgen del Pilar
pareció no haber cumplido tal objetivo a cabalidad, por lo que a mediados del
siglo XVIII, el padre García Guerrero mandó esculpir al señor Cautivo, según
Zevallos, usando sutiles reminiscencias iconográficas ayawakas. Pero Ríos
observa que la misma talla puede verse en Jaén, Cajamarca, como el Señor de Huamantanga… y el
pueblo ayawaka, en el mejor de los casos, parece haberse extendido hasta el
piedemonte occidental de Piura.
El hecho innegable es que la peregrinación al
Cautivo es una de las más numerosas del norte peruano, con fieles que vienen de
tan lejos como Tacna, en la frontera con Chile, o del ecuador, y hasta de
Colombia, además de todos los rincones de Piura.
Y para quienes tienen mucha fe, también es
innegable la energía y el recogimiento que se tiene dentro del templo del
Cautivo, y esa inexplicable fuerza que para algunos transmite esa mirada tan
penetrante de la estatua, a la que se atribuyen varios milagros, y a la que, en
cierto modo, hasta las nubes parecen ir a su encuentro.
© 2013 Sirius Audiovisuales y Multimedia. Las fotografías en esta
entrada son de Marco Mejía, Franco Alburqueque y Nelson Peñaherrera.
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