Mejorando carne y leche

Los ganaderos de los Andes piuranos integraron un programa que buscaba obtener mejores condiciones de vida.

 

 

Por Nelson Peñaherrera Castillo

 

 


    SIMIRÍS, Piura
– Hace varios años que Hildebrando Pedemonte, un viejo ganadero se embarcó en un proyecto para mejorar ganado vacuno. Nadie le aseguró que sería un éxito, pero fue consciente de que debía arriesgar para obtener, en otro par de años más, los primeros frutos de su inversión. “Pienso seleccionar vacas para leche y carne”, decía. “Esa es la esperanza de uno”.

 

 

Pedemonte y su hijo comenzaron esa experiencia junto con una media docena de otros ganaderos del pueblo. El proyecto consistía en mejorar vacunos mediante la introducción de especies resistentes a la sequía, que afecta periódicamente a los Andes de Piura, y a la rusticidad de los pastos de la zona, que combinaban especies locales y foráneas con la finalidad de promover su permanencia a pesar de las condiciones de tiempo más adversas.

 

 

Se seleccionaron ejemplares de la raza Brown Swiss, traídos del departamento de Amazonas (centro norte de Perú), que son más sencillos de manejar y reproducir. En colaboración con la Municipalidad Distrital de Santo Domingo, inseminaron artificialmente a vacas madre para obtener la primera generación de terneros que proporcionen leche y carne.

 

 

Explicaban los especialistas de la municipalidad que al obtener crías mejoradas genéticamente, la calidad de ambos productos mejora con cada nueva generación. “En promedio, en las invernas deben producir unos 12 litros de leche”, calculaba Orlando Peña, un técnico en inseminación que trabajaba para esa institución y que asesoraba y supervisaba a los ganaderos de Simirís.

 

 

Don Hildebrando llegó a tener una vaquillona (vaca joven) de casi un año, que se criaba con pastos naturales en las laderas del pueblo. Si la visión de ganaderos y municipales no decaía, su esfuerzo iba a valer la pena un par de años después.

 

 


    Otorgando control

Los Andes de Piura –como casi toda la región montañosa del Perú—tienen niveles de pobreza relativamente altos. Sin embargo, también es una zona donde no existe una política coherente de aprovechamiento de todos los recursos naturales, los que debidamente explotados y administrados pueden mejorar las condiciones de vida de los campesinos, que es el grupo poblacional más numeroso.

 

 

Algunas actividades económicas locales han sido promovidas para crear fuentes de empleo, pero su cobertura ha sido limitada.  La visión combinada de técnicos y ciertas autoridades crearon condiciones mucho más justas y promisorias, como sucedió en Santo Domingo con el Programa de Desarrollo Ganadero (Prodega).

 

 

 El Prodega fue implementado en junio de 2003 por el Gobierno Regional de Piura con apoyo del Fondo Contravalor Perú-Francia, y originalmente promovido por el Programa Rural de Desarrollo Sostenible (PRDS) mediante reuniones de sensibilización. En 2004 se echó a andar con la adquisición de los bancos de semen gracias al apoyo de las Municipalidades Distritales de Lalaquiz (Huancabamba), San Juan de Bigote, Morropón, Santa Catalina de Mossa, Santo Domingo y Chalaco (Morropón).  La meta era beneficiar a un millar de familias.

 

 

 Wílmer Quiroga, un ingeniero zootecnista adjunto al PRDS, sostenía que a diferencia de otros proyectos, aquí la municipalidad y los ganaderos se encargaban de que la iniciativa funcione. En base a una capacitación construida por el propio beneficiario, se iban identificando quiénes podrían implementar el programa en sus tierras, cómo y dónde comprar sus insumos, y qué otras actividades alrededor del manejo de carne y leche se podrían desarrollar.

 

 

Por ejemplo en Simirís, se le proporcionó a la comunidad una pequeña planta de transformación de lácteos, que estaba proyectada para funcionar desde enero de 2006 ofreciendo leche fresca y luego queso para vender a los programas locales de complementación alimentaria que beneficia a niños y niñas en edad escolar. 

 

 

Las ganancias se reinvertirían en el módulo, para que los ganaderos se conviertan en dueños de su propio negocio. “La planta es una alternativa para abrir otro mercado a la leche”, dijo Quiroga.

 

 


    Organización

 El Prodega, a la larga, también buscaba que los ganaderos se organizaran alrededor de cada municipalidad para mejorar sus estrategias de trabajo. Solamente en Santo Domingo, uno de los lugares donde el programa se desarrolló con éxito, lograron reunir a medio ciento de productores para decidir a quiénes se debía beneficiar, cómo se debía adquirir el ganado, así como qué tipo de pasto se debía implementar en la zona.

 

 

 Esta asociación distrital respondía a su vez a pequeñas asociaciones que se crearon en cada localidad donde se mejoraron los vacunos. Finalmente, según el manejo que cada beneficiario dio a su ganado, se debía ver ganancias. Por ejemplo, Fidel Rojas García, un ganadero que tenía su inverna junto al pueblo de Santo Domingo, esperaba superar los 20 litros diarios de leche que le proporcionaba una de sus vacas.

 

 

 La perspectiva también animó al PRDS a tentar con otro tipo de ganado, como los ovinos de pelo, que básicamente generan carne, y cuyas experiencias se desarrollaron en los pueblos de Piedra del Toro y Carracuca, ambos en el bosque seco de montaña de Morropón. “Lo que esperamos es progresar, tener muchos ovinos, tener más ingresos: los vamos a vender y los vamos a comer”, prometía Rebeca Holguín Correa, una beneficiaria en Piedra del Toro.

 

 


     Un buen diagnóstico

 El ántrax o carbunco y la enterotoxemia son enfermedades comunes del ganado en el valle de La Gallega, provincia de Morropón. Cuando los animales las adquirían, al ganadero no le quedaba más opción que viajar a la ciudad de Morropón, Santo Domingo o hasta Chulucanas, la capital provincial, para obtener medicina y gastarse uno o dos días.

 

 

La intervención permitió que algunas comunidades cuenten con un botiquín especializado donde se ofrecían las mismas medicinas pero a precios menores respecto de los servicios comerciales. Hitler Barreto Córdova asumió el botiquín en el pueblo de Pambarumbe, y gracias a la experiencia de su padre vendiendo medicina animal, desarrolló criterio para diagnosticar males menores del ganado, y proporcionar el remedio adecuado.

 

 

Barreto promovió una campaña de vacunación en su localidad a la que asistieron ganaderos de la zona y de los pueblos circundantes.  Las vacunas estaban certificadas por las autoridades sanitarias peruanas, y como todas las medicinas, se buscaba que sean de calidad. “Julio, enero, febrero… cuando cambia el clima, hay mayor demanda”, comentaba el joven.

 

 

 Como los módulos de transformación lechera, los botiquines fueron adquiridos por los promotores del Prodega con la finalidad de que luego los beneficiarios, mediante un fondo rotatorio, los vayan ‘comprando’ para sí mismos, y terminen administrándolos.

 

 

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