Días de playa

Se fue en busca del mar y el impacto de la naturaleza fue sobrecogedor. Hasta tuvo un encuentro cercano de tercer tipo… con una raya.

 

Por David Villanueva Garro

 


    SULLANA, Piura –
El miércoles nueve de agosto de 2006, Tania y Javier me recogieron como a las tres de la tarde para irnos a conocer las playas de Talara, pero finalmente terminamos en Punta Sal, Tumbes, donde nos quedaríamos por tres días. No recuerdo la hora exacta cuando llegamos, pero era ya de noche y sólo dimos una pequeña vuelta de reconocimiento, para luego cenar e irnos a descansar.  Volví a despertar a las siete de la mañana, y luego del desayuno, el sol y la playa eran todos nuestros.  El astro rey, en realidad, recién apareció a mediodía, pero salió con fuerza.

 

La playa es muy limpia y cristalina, parece una laguna de agua tibia.   Se puede caminar 50 metros mar adentro y el agua apenas llega a la cintura.  Los primeros en ingresar fueron Tania y Javier, quienes recibieron una bienvenida no muy agradable por parte de una raya, la que al parecer no deseaba visitantes ese día. Cuando la raya pica, inyecta un veneno que causa dolor y enrojecimiento de la piel por dos días. Siempre lo hace cuando se siente amenazada.

 

Cuando ingresé, la raya también me picó, pero no la pude ver; sin embargo no logró hacerme mucho daño. Solo me provocó dolor y adormecimiento parcial en el tobillo, el cual pasó con el transcurrir de la tarde.  Aún así, esta playa es muy limpia, muy tranquila, se puede nadar libremente. Las olas no son tan fuertes. En realidad, parece que estuvieras sobre una hamaca meciéndote de un lado a otro. Es muy relajante y delicioso.

 


     A merced del cielo

 A las cuatro se nos acabó el agua. Tuvimos que viajar hasta el puesto de control de Cancas, Tumbes, para comprar más, además de otras cosas.  Regresamos muy rápido para poder ver el ocaso y tomarnos algunas fotos; pero grande fue nuestra sorpresa cuando llegamos, pues el cielo estaba cubierto y no se pudo observar nada. Será para la próxima.  [ Revisa las condiciones del tiempo en Punta Sal, Tumbes ]

 

 Regresamos al campamento y preparamos la leña para la fogata de la noche.  El cielo se despejó, tanto que se podían ver todas las estrellas, que brillaban con gran esplendor. Éramos pequeños ante el universo.

 

Durante la mañana del día siguiente se me ocurrió ir un poco más allá de donde estábamos, y pude ver unas formaciones rocosas que habían sido dejadas al aire libre por el mar, pues éste se había retirado muchos metros debido a la marea baja.  Las formaciones que se podían observar eran tan hermosas que una vez más pude darme cuenta de cuan bella es la naturaleza y cuan crueles somos todos nosotros; de una u otra manera dañamos tan bellos lugares.

 


     Ese día regresé a la ciudad de Sullana. Dejé atrás aquellas playas de arenas blancas y limpias, aquel viento fresco que recorría nuestros rostros, aquel sol y aquella noche despejada. Me preguntaba si ese lugar que ahora es tan bello, se conservará siempre así. Durante casi todo el camino de regreso tuve la compañía del sol, que parecía despedirse de mí.

 

 Llegué a las siete. Me sentía reconfortado por lo visto. Recomiendo esos lugares; en realidad, agradezco que me permitieran conocerlos, pero sigo pensando en qué pasaría si se destruyeran. Tomemos conciencia de la vida pues este es nuestro mundo; aquí vivimos y aquí vivirán nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos.

 

 David Villanueva es ingeniero de sistemas radicado en Lima. Revisa su crónica anterior.

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