Llena eres de magia

La parte norte del valle de Huancabamba  encierra un ensoñador paisaje y las míticas Huarinjas.

 


    HUANCABAMBA, Piura –
Son seis horas de camino, acaso el más escarpado que conecte a la ciudad de Piura con una capital provincial de nuestra sierra. Luego de Canchaque, la carretera deja el plano para trepar el cerro, hasta el punto donde, en días despejados, se tiene la misma visión que un pájaro, de todo el valle del Alto Piura. Sin embargo, vamos casi fijos a la tierra, en un ómnibus.

 

Sobre los dos mil 800 metros de altitud está el Cuello del Indio, una garganta con un peñasco que acaba en una roca que, vista desde lejos, asemeja el perfil de una persona. Todavía falta ascender. Sobre los 3400 metros está el abra de Cruz Blanca. No sólo es el fin del camino escarpado desde Piura, sino que marca una divisoria continental de aguas. Si llueve, lo que caiga al levante, se va al río Huancabamba, que es un afluente lejano del gran río Amazonas; lo que caiga a poniente, se va al río Piura, y, con suerte, al Océano Pacífico.

 

Desde este punto hasta la Ciudad de Huancabamba es hora y media de descenso y cambio dramático de paisajes: la puna de Ushupata, la quechua agrícola de Ulpamache, el valle interandino donde está la micro-urbe que mezcla paisaje, esfuerzo por entrar a la modernidad y el desorden que ha creado la informalidad en todos los aspectos.

 


    La ciudad que camina

Encontrar un buen hotel es cuestión de suerte, y de nada valen las reservas. El sitio más tranquilo es el Albergue Municipal, pero está alejado del centro de la ciudad, y de noche es complicado llegar en transporte público. Sin embargo, caminar es una opción segura. La ciudad está construída sobre colinas separadas por torrentes, siendo la mayor depresión la del río Huancabamba.

 

Estos desniveles la hacen ideal para la fotografía, debido al peculiar perfil resguardado por los cerros Güitiligún  y el Colorado o Pariacaca. La torre de su catedral marca los 1970 metros sobre el nivel del mar; pero conforme alguien se mueva, esta cota es cambiante.

 

A un costado del templo está la Plaza de Armas, desde donde se puede iniciar cualquier recorrido. Todo su área está decorado con cipreses recortados formando contornos de caballos o diseños geométricos abstractos. También se le conoce como La Samaritana por la escultura que corona la pileta en el centro, obra del artista local Vicente Jibaja Carnero Che.

 

Si observas con mucho cuidado, notarás que la construcción tiene grietas por todas partes. Es y no es un defecto de arquitectura. La respuesta está en una calle que corre en paralelo al lado norte de la Plaza, la Huáscar, donde los adoquines de la pista se están separando, y, a la larga, formarán una profunda zanja: es una falla tectónica haciendo que un sector del casco urbano se desplace hacia el río.

 


    Queso y sauco

Para desayunar, los mejores lugares están junto a la puerta principal del Terminal Terrestre local. El pan dulce calentito es un clásico huancabambino (y los domingos temprano, el mondonguito), y se enriquece más si se le acompaña con queso.

 

El blanco manjar no se hace en la ciudad, sino en Sapalache, capital del distrito de El Carmen de la Frontera, a una hora y media por carretera. El camino pasa por una campiña bajo el cuidado de la Comunidad Campesina de Segunda y Cajas. En Sapalache, hay variedad de quesos y quesillos para probar y escoger;  además, es el hogar del capulí, licor emblemático de Huancabamba, que se consigue al macerar esta fruta en aguardiente.

 

Sí, el capulí es muy fuerte, pero hace unos años otro actor mucho más sutil y agradable ha entrado en escena: el sauco. La ONG CARE capacitó a varios lugareños para transformar la baya, y uno de sus productos es una especie de vino suave, mucho  más recomendable si no se tiene costumbre de probar alcohol.

 

Por otro lado, el pueblo conserva esa estampa serrana cercado por campos donde pacen vacas, torrentes de agua pura y el cerro Chinguelas, que guarda el mayor atractivo de esta zona.

 


    Lagunas que curan

El mayor tesoro de este valle es el agua pues hace posible la vida. ¿También cura? Mucha gente piensa eso, y llega hasta acá para pedir salud o prosperidad. Desde la Ciudad de Huancabamba se toma cualquier transporte para llegar, después de hora y media, hasta San Antonio o Salalá, donde se debe escalar a cualquiera de las Huarinjas, una docena de lagunas ubicadas en lo alto de la Cordillera de Huamaní (a la que pertenece el Chinguelas).

 

Los geólogos coinciden en que se formaron en la última glaciación hace 25 mil años. (Algunos cronistas, incluso, aseguran que hasta hace quinientos años nevaba en las partes más altas de este sector, y varias morrenas quedan como evidencia.) Están sobre los 3200 metros de altitud, en el ecosistema de jalca o páramo, Una de las ecorregiones generadoras de agua de toda Piura.

 

Si se les tiene fe, lo mejor es contactar a un curandero o maestro chamán; pero, debe tenerse cuidado a la hora de elegir al adecuado, porque, a decir de pobladores más serios, los auténticos se cuentan con los dedos de la mano.  Segundas y terceras opiniones son recomendables antes de cualquier elección. No es recomendable dejarse “enganchar” por quienes trabajan en el Terminal Terrestre porque nada garantiza que, realmente, representen  a quienes dicen representar.

 


    Aquí también nace el Amazonas

Las lagunas más representativas son las del Toro, la Negra, las Arrebiatadas y la Shimbe. Esta última es el origen del río Huancabamba, y la fuente más occidental del  río Amazonas. si no se va por el tema curanderil, no debe perderse el paisaje. Es sobrecogedor. Se puede llegar a pie o a lomo de caballo, según el grado de adrenalina.

 

Huancabamba se explica por el agua, como casi toda la región; pero, una revisión de sus estrategias de fomento al turismo permitirán convertirla en una actividad sostenible y ecoamigable. Así se beneficiará esta comunidad y, en especial, el medio ambiente.

 

Producido por Luis Paucar. Con informes  del Archivo FACTORTIERRA y Ciro La Madrid en Huancabamba. Editado por Nelson Peñaherrera. ©2011 Luis Claudio Paucar Temoche y Asociación Civil Factor Tierra. Todos los derechos reservados.

 


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