Cómo SASPe planea salvar tu vida
Los sismos tienen una especie de punto débil, y la ciencia aprendió cómo sacarle ventaja.
Por Nelson Peñaherrera Castillo
SANTA
MARÍA DE NIEVA, amazonas – El 28 de noviembre de 2021 a las 5:52 hora peruana (1052
GMT), un sismo de magnitud 7,5 sacudió el distrito de Barranca,
provincia de Datem del Marañón, Loreto, y se sintió mayormente en el tercio norte del
Perú y en 19 de las 24 provincias del Ecuador. Una porción del sur colombiano y
otro pedazo del oeste de Brasil también sintieron el movimiento. Un niño de
tres años falleció, hubo decenas de heridos, más de un millar de damnificados y
otro tanto de construcciones dañadas o inhabitables.
El Instituto Geofísico del Perú (IGP), la entidad oficial
que vigila y reporta la ocurrencia de sismos, lanzó una notificación por redes
sociales ocho minutos después que mucha gente saltara de sus camass en toda la
porción más occidental de Sudamérica. La información provino de Santa María de Nieva, Amazonas, a 96 km al
oeste del epicentro, localidad que a su vez está a 1270 km al norte de la
ciudad de Lima.
Aunque el
mayor área metropolitana del Perú (junto al Callao) había sentido un evento con
epicentro en el mar a unos 20 km de la costa unas cuatro horas antes, no llegó
a percibir con mucha intensidad el de Barranca, Loreto; sin embargo, en
Sullana, Piura, a 660 km al oeste de Santa María de Nieva (y unos 750 km al
oeste del epicentro), el suelo se movió como una mecedora por un minuto.
Si ya
tembló, volverá a temblar
Hasta
ahora, la ciencia no tiene herramientas definitivas que permitan predecir
cuándo y dónde va a ocurrir un sismo, pero el comportamiento previo del suelo
permite a los científicos suponer qué zonas podrían remecerse ahora mismo o en
el futuro, y mediciones más específicas como la deformación del suelo favorecen
pronosticar dónde podrían ubicarse los epicentros. Es probabilidad basada en
estadística.
Por eso,
el IGP tiene claro que si al Perú se dividiera en dos porciones, una al norte y
otra al sur, la porción sur tendría más del doble de probabilidad de registrar
un sismo: 7 en 10 respecto de los 3 en 10 que presenta la porción norte.
Hernando
Tavera, presidente del IGP, ha explicado varias veces que esto no surge de una
sola observación sino de años de mediciones, incluida el silencio sísmico, es decir la ausencia de
eventos significativos que liberen la energía acumulada en los puntos donde el
corrimiento de las placas o fallas se ha paralizado a niveles críticos. De
hecho, la entidad ha pronosticado que Lima y Callao deben prepararse para un
evento de magnitud 8,8 debido a que por más de 270 años no ha ocurrido un sismo
muy fuerte en el área.
Si a
ello le sumamos que Perú, como toda la porción occidental de las Américas, es
parte del Cinturón de Fuego del
Pacífico, el
cuadro que tenemos se reduce a resignación ante la ocurrencia frecuente de
sismos. Por eso, se ha insistido en que la educación ciudadana sobre cómo
actuar si uno de estos eventos se produce puede salvar vidas.
Lección
a la mexicana
Sin
embargo, los sismos no son todopoderosos como la gente cree y también tienen un
punto débil. Desde que lo sentido en superficie es básicamente vibración y ésta
se produce por ondas que se propagan, los científicos han logrado estimar con
qué velocidad ‘corren’ una vez que llegan a la superficie, esto es, desde el
epicentro. La cifra varía según el tipo de terreno y territorio, pero el rango
va de los 3 a los 6 km/s (kilómetros por segundo).
Tú
puedes comprobarlo sin usar instrumentos. Si vives cerca al mar, a un río, un
estanque o cualquier cuerpo de agua y ves cómo se produce el oleaje, hay un
lapso de tiempo desde que se origina hasta que llega a un punto, como la
orilla, por ejemplo. Y aquí hay otro hecho interesante: la longitud de onda de la luz, que te permite
ver el oleaje es mucho más rápida que el oleaje mismo en términos de tiempo de
propagación.
Al
respecto, las telecomunicaciones que usamos (la radio, la TV, el teléfono
inalámbrico) viajan, o más bien se transmiten, casi a la velocidad de la luz o
lo visible, y los científicos conocen la cifra: 300 a 350 km/s… ¡50 veces más
veloces que una onda sísmica! Por lo menos en América Latina, el primer país que
aprovechó esta ventaja fue México tras un evento de magnitud 8,1 generado cerca
de la desembocadura del río Balsas, Michoacán, pero que abatió fuertemente al
Distrito Federal.
El 19 de
setiembre de 1985 a las 7:17 tiempo central de México (1317 GMT), un foco a 15
km de profundidad se rompió violentamente y remeció la mitad centro y sur de
esa nación. Pero, la Ciudad de México, situada a 430 km al este
del epicentro, recién lo percibió a las 7:19 tiempo central de México
(1319 gmt). Todo el mundo sabe que velocidad es igual a distancia entre tiempo,
lo que quiere decir que la onda sísmica ‘viajó’ entre esos dos puntos a 3 km/s.
Sobre
ese dato, desde 1991 las autoridades mexicanas han implementado una red de
antenas de radio conectadas a sensores de sismos. Con el tiempo, el sistema se
ha perfeccionado hasta un parámetro de que si el sensor detecta un evento de
magnitud 6,0 o superior activa un alerta pública mediante los medios de
comunicación, aplicaciones móviles y una red de sirenas en las ciudades del
centro y sur de la nación que, siempre y cuando el sismo se origine en la costa
pacífica mexicana, puede activarse hasta con 50 segundos de antelación.
Según
Hernando Tavera, presidente del IGP, y parafraseando a sus colegas mexicanos,
el resto lo hace la ciudadanía que es constantemente entrenada para que apenas
escuche el sonido, evacúe su casa o el edificio donde se encuentre.
Adicionalmente, los códigos de construcción cambiaron tras 1985 para que las
estructuras sean resistentes a los sismos.
El plan
peruano
Sobre
esta experiencia, Perú está implementando una red de 106 sensores en su costa
que se conectarán a un conmutador en el Centro de Operaciones de
Emergencia Nacional en Jesús María, Lima, que, a su vez, activará una red de
sirenas en las principales ciudades del país. Es el Sistema de Alerta Sísmica Peruana o SASPe. También se espera
que el resto lo hagan los continuos simulacros
de sismo y tsunami que se realizan anualmente.
El IGP
ha explicado que la activación del alerta va a depender de la distancia entre
el usuario y el epicentro. Si SASPe ya hubiese estado funcionando para el
evento del 28 de noviembre de 2021, el alerta en Sullana se habría activado 1
minuto 50 segundos antes de que el suelo se mueva; pero, si el usuario estaba
más cerca al epicentro, ese tiempo se hubiera reducido. Por ejemplo, Jaén, Cajamarca,
a 284 km al oeste de Santa María de Nieva y 380 km al oeste del epicentro,
habría recibido el alerta 47 segundos antes de sentir el remezón.
Si el
sensor hubiese estado en el área del epicentro (que es una zona sísmica
activa), el tiempo se habría alargado 12,5 segundos. Todos los tiempos han sido
deducidos por FACTORTIERRA en base a la geodesia disponible. Sobre estos mismos parámetros, si SASPe
hubiese estado implementado para el 30 de julio de 2021, cuando ocurrió el evento de magnitud 6,1 que sacudió todo el
departamento de Piura, y siempre que un sensor estuviese en la zona del
epicentro, la ciudad de Sullana habría sido avisada apenas 3 segundos antes del
remezón.
No
parece mucho, pero el IGP cree que el solo hecho de evacuar apenas suene la
sirena podría salvar miles de vidas. SASPe recién estará listo en 2023; se
espera que durante todo 2022 se realicen ensayos. Hasta entonces, saber cómo
actuar si el suelo tiembla puede marcar una diferencia entre un susto o un
desastre.
Con informes de Andina y BBC Mundo. © 2021 Asociación Civil Factor Tierra. Todos los derechos reservados. Comenta esto en la caja debajo o en nuestras cuentas de Facebook y Twitter. ¿Quieres aprender más? Escríbenos a factortierra@gmail.com
Comentarios
Publicar un comentario