Las luces del Pilán

Piura La Vieja fue el segundo asentamiento español en Sudamérica, que, tras siglos de olvido, revive con historias fantásticas sobre naves espaciales y encantamientos.

 

Por Nelson Peñaherrera Castillo

 


    LA MATANZA, Piura –
El segundo asentamiento de San Miguel, la primera ciudad fundada por los españoles en el Perú, tiene tantos vacíos históricos como si realmente fue ese el segundo asentamiento, o la razón de fondo por la que, un buen día, la gente abandonó la zona. Piura La Vieja, como se le conocía desde la época de la Conquista, es un villorrio ubicado en la falda occidental del cerro Pilán, a sólo cien metros del emplazamiento de 1534, y a medio kilómetro de un apacible algarrobal que los lugareños estaban depredando.

 

 La gente se dedica a la agricultura de secano: maíz, frejol de palo, papaya, yuca. El agua es insuficiente para introducir más cultivos a la zona, a pesar de su fertilidad. El historiador piurano Reynaldo Moya Espinoza dice que la ineptitud de los colonos españoles desplazó el incipiente desarrollo agrícola que habían alcanzado los pobladores tallanes, la civilización anterior al Incanato, y que alcanzó su apogeo durante el Reino Chimú (circa siglo VI D.C.).

 

 No hay registros, ni las crónicas dicen por qué los españoles eligieron justo ese lugar. Tangarará, el primer asentamiento, en el valle del Chira, a unos 65 kilómetros al noroeste, no había sido propicio debido a las inundaciones del río y la proliferación de la malaria. Moya asegura que en el mismo lugar fue edificado el poblado tallán de Pirhúa, vocablo quechua que significa granero. Pedro Cieza de León le hizo mucha justicia. En su Crónica del Perú, sostiene que está fundada “entre dos valles llanos muy frescos y llenos de arboledas”.

 

 Los ventarrones que suelen correr a mitad de año, la sequedad del terreno y el clima cálido parecen no haber satisfecho a los pobladores. Según Cieza de León, algunos se quejaron de molestias en los ojos, así que, cachivaches en mano, se trasladaron casi 120 kilómetros al oeste, en Paita, donde estuvieron por aproximadamente una década antes de llegar a su ubicación actual en el valle del Medio Piura.

 


     Bases de piedra

 Piura La Vieja fue un poblado español fundado en 1534 del que hoy sólo quedan ruinas.  Fue incorporado como parte de la hacienda Monte de los Padres, ubicada a unos 10 kilómetros al este de la ciudad de Chulucanas.

 

El pueblo fue echado al olvido. Sólo han quedado las bases de piedra de sus edificios, que desde 1995 atrajeron el interés de investigadores de la Universidad Politécnica de Madrid y la Universidad de Piura. El proyecto buscaba averiguar cómo vivía la gente usando técnicas de reconstrucción por computadora. Aún no se sabe con precisión qué hallaron. Los lugareños dicen que excavaron y antes de irse, lo volvieron a enterrar. [Lee el artículo de la Universidad de Piura]

 

Los habitantes son muy amables, serviciales y simpáticos. Hasta los jóvenes, que usualmente son huraños en el campo, se abren al visitante de manera cordial. “¡Regrese el 27 de setiembre, que es la fiesta del pueblo!”, me dice uno de ellos.

 


    Una luz que se prendía y apagaba

Los años transcurrían en Monte de los Padres de manera perezosa y desinteresada. Hasta que una noche, posiblemente el 13 de octubre de 2001 (fiesta del Señor Cautivo de Ayabaca), Johnny Reyes Escobar estaba reunido con sus amigos en la plaza del pueblo. “Un amigo vio una luz que se prendía y se apagaba, y se dirigía al cerro Pilán”, cuenta. La escena se repetía todas las noches a partir de las 20:00 (tiempo local) y la madrugada.

 

 Pueblo chico, impacto grande. La noticia comenzó a regarse, y, para febrero de 2002,  centenares de curiosos y aficionados comenzaron a llegar al pueblo a ver no sólo una, sino hasta cuadrillas de luces moviéndose alrededor del cerro. Los avistamientos continuaron y comenzaron a grabarse en video; la cosa ya era seria, tanto que la Fuerza Aérea del Perú (FAP) intervino y comenzó a hacer sus indagaciones.

 


    El doctor Anthony Choy Montes fue asignado por la FAP para que explicara lo que estaba sucediendo. Choy era miembro de la Oficina de Fenómenos Aéreos Anómalos, una dependencia de la fuerza aérea especializada en  buscar explicaciones a este tipo de eventos.

 

 El investigador contactó a Johnny y a Josefa Córdova Ríos, comerciante, a la que el pueblo señala como la primera testiga de avistamientos. Cuando Choy y algunos lugareños decidieron averiguar, encontraron algo más que luces, aparte de las luces. En el vecino cerro de Loma Larga, una extraña huella blanquecina les llamó la atención, pero al llegar a la cumbre del Pilán, quedaron desconcertados.

 

 “Lo que no comprendíamos era que si la cima estaba verde, algunos lugares parecían haberse tostado”, cuenta Reyes. La huella que Choy encontró en Loma Larga lo llevó hasta un dato histórico de 1902, cuando un bólido rojo cruzó toda la costa de Piura, desde Talara y aparentemente se estrelló en ese lugar.

 


    

 


    Feng Shui
tallán

Pilán no es el único lugar donde estos objetos han sido avistados. Choy comentó a FACTORTIERRA que a lo largo de Piura un extenso corredor entre Talara y Huancabamba (estamos hablando de unos 350 kilómetros en línea recta) es continuamente visitado por naves de unos 150 a 200 metros de diámetro; incluso en las inmediaciones de las lagunas Huarinjas se les conoce como las luces malas y la gente les tiene miedo.

 

Pero, ¿hay alguna explicación para elegir la zona de Piura La Vieja? “Te doy claves. ¿Por qué la Cultura Vicús eligió esa zona? ¿Has oído hablar del Feng Shui?”, arguye Choy. “Podría haber un conocimiento ancestral andino hoy perdido, un Feng Shui andino-norteño: zonas de energía, puertas interdimensionales, yacimientos mineros de oro y uranio, caminos electro-magnéticos, y, por supuesto, zonas ideales para el curanderismo”, continúa.

 

Y en efecto, la cumbre del Pilán es visitada por algunos     chamanes que viven en Piura La Vieja: “Al cerro suben curanderos, hacen mesas”, me cuenta Teófilo Calle Mena, que ha dejado de lado la construcción de una cerca por darme una pequeña guía. Él dice que una vez halló frascos de Agua Florida y Agua de Kananga, usado para realizar diversos hechizos.

 


     El cerro también tiene su encanto. Una expedición de la Asociación Trópico Seco en 2002 encontró a una señora quien contaba era común que las cabras desaparecieran misteriosamente y reaparecieran como si nada.

 

Choy sugiere que los pueblos preincas sabían esto perfectamente, tanto que lo representaron en su artesanía. Los Hombres Voladores de Vicús no han sido explicados, y el cerro del mismo nombre se yergue solitario al oeste del Pilán…

 

 Hay que seguir las pistas en todo caso, y seguir investigando, pues los avistamientos no han acabado. Johnny Reyes asegura que el último se produjo a mediados de agosto de 2006, y gente de otros pueblos alrededor también han visto luces hasta 2017. A mi me llamó la atención el paisaje, pero también sentí la sensación de que algo en el sitio no era usual.

 

Gracias a Miguel Gamboa, en Chulucanas, por su asistencia en este informe.

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