La libertad costaba un dólar

Cuando un grupo de jóvenes ecologistas se deslumbró por la riqueza superficial en el Codo del Pozuzo, se halló también con que muchos ambicionaban las riquezas subterráneas; entonces, ideó soluciones creativas a la controversia.


 

Por Nelson Peñaherrera Castillo


 


    Oxapampa
, Pasco – Si en 2005 tenías un dólar en el bolsillo y no sabías en qué gastarlo, el proyecto Selva Libre pudo interesarte. Era una iniciativa creativa lanzada por el grupo del mismo nombre, que luchaba por constituirse en un organismo sin fines de lucro para desarrollar un proyecto creativo de conservación en el Codo del Pozuzo.

 


 En sus documentos de alerta, Selva Libre sostenía que si aportabas un dólar, ellos y ellas lo invertían para proteger alrededor de 333 metros cuadrados, que equivale al 30 por ciento (o una casa y media) de la superficie de una manzana promedio, en un barrio limeño. El grupo, siguiendo con la matemática, iba más allá: si tenías 30 dólares, podías proteger hasta 10 mil metros cuadrados, esto es –siguiendo con las comparaciones—la manzana completa.

 



     ¡Fuera, abajo!

 No era simple aritmética, sino otra carrera contra el tiempo. Las riquezas madereras, minerales e hidrocarburos detectados en Oxapampa, zona selvática de Pasco, han despertado la codicia de varios inversionistas. “Cerca de aquí la gente esta vendiendo sus terrenos, ubicados en zonas donde aún queda selva virgen; muchos terrenos están siendo comprados por ganaderos y gente que explota indiscriminadamente”, relataba Ana Platzer, presidenta de Selva Libre.

 


Si ello fue poco, había problemas de deforestación, lo que reduce las posibilidades naturales de renovar el aire.  Está demás recordar que los árboles toman el dióxido de carbono, producto de las combustiones orgánicas, para transformarlo en oxígeno. Pero sólo para recordártelo, la Amazonia es el único pulmón del planeta, al que los seres humanos estamos dejando sin armas para defenderse.

 


 Selva Libre sostenía que los árboles deforestados eran hogares de muchas especies de animales, a las que querían estudiar. Esto se hizo imposible porque, simplemente, ya no había nada.


 


    Hogar, verde hogar

La intención de los chicos y de las chicas era no moverse de la zona, e incluso vivir allí. Basándose en la figura de las reservas privadas que contempla la ley peruana, Selva Libre buscaba adquirir terrenos para construir ecoaldeas, y recuperar los bosques devastados.  El entonces Proyecto Especial de Titulación de Tierras (PETT) en Oxapampa, que dependía del Ministerio de Agricultura peruano, les dijo que les facilitaba los trámites de propiedad si es que su intención era conservar la zona.

 


 Un viaje de exploración había dado luces al grupo para ocupar un área en el llamado Codo del Pozuzo, una zona exuberante y virgen. “El camino es montañoso y por ceja de selva, los paisajes que hemos visto son espectaculares, el clima es fantástico y hay agua por todos lados”, aseguraba Isabel Guzmán, vicepresidenta del grupo.


 

 Claro que llegar a la tierra prometida les había tomado casi tres días, pero en avioneta podría hacerse sólo en un par de horas. El problema es que el progreso ya tendió carreteras, núcleos urbanos y de transporte. La cosa no es tan sencilla como se pintaba, o como se veía.


 


     Se buscan

 “No perdamos mas tiempo, nuestros hijos no merecen que les dejemos un planeta devastado, la tecnología del futuro no va a poder recuperar todo lo que estamos destruyendo”, reflexionaba Ana Platzer hace década y media. Selva Libre esperaba benefactores y socios que se unieran en la aventura y vivieran en el Codo del Pozuzo, en la más pura comunión y respeto con la Naturaleza.

 


 Asimismo, requerían asesoría y ayuda para plantear una visión alternativa a proyectos de desarrollo que podrían destruir la zona. Proyectos de extracción de hidrocarburos en selvas vírgenes terminaron contaminando extensas zonas, como pasó con Texaco y Shell en Ecuador, durante la década de los 1990. El grupo también había previsto otras actividades para recaudar fondos, como ecoturismo y proyectos ambientalmente sostenibles, cuya validación se iba a obtener mediante sus contactos por Internet; paralelamente habían dado cursos de ecoterapia en Oxapampa.


 

Intentamos contactar a Ana para que nos actualice información pero, al cierre de esta entrada, fue difícil. Por ahora nos preguntamos cuánto se hubiese podido salvar con ese dólar en el bolsillo.

 


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